Colombia, quiero volver.

«Es tan raro cuando se sube un chileno, ¡que casi lo celebro!», me dice el chofer del taxi luego de contarle que hace un par de semanas viajé a Colombia. Su comentario no tiene lógica, ni siquiera encaja en el monólogo que quiere transformar en conversación, pero sigue de todas maneras: «Se está llenando de colombian@s que vienen a trabajar de put@s  y otros trabajos de ese tipo . ¿Acaso no ha caminado por San Antonio?

Siento un ardor que quiere salir por cada poro de mi cara mientras cuento las monedas para pagarle al detestable personaje xenófobo. Al bajar del auto, la rabia se vuelve pena, decepción e impotencia. ¿Por qué mierda los chilenos somos tan maricones con los inmigrantes? 

Camino por las secas calles de Santiago, pero pienso en la humedad que sentí en Colombia al poner un pie fuera del avión. Recuerdo las primeros intercambios de miradas con unos trabajadores sentados en el suelo, descansando cerca de la losa de aeropuerto. Suena una música sabrosa cerca – probablemente un mambo- la letra es de amor y el ritmo inmediatamente te hace fantasear con un baile pegado a la persona que te quita la respiración (y que afortunadamente, tengo a mi lado en ese momento).

Imposible que te sea indiferente: San Andrés, es como una mulata voluptuosa que no conoce de fronteras, rompe tu metro cuadrado  y te saca a bailar. No anda con pequeñeces: Es intensa, segura, de voz fuerte y con una bonita sonrisa siempre lista tras sus labios gruesos. La felicidad se respira aún detrás de un escritorio donde, al compás de una radio mal sintonizada, nace el tarareo espontáneo de varias mujeres mayores.

Vamos camino al hotel y las casas se proyectan más allá de sus fachadas coloridas, con sillas, bancas y unas mesitas chicas para apoyar las latas de cerveza fría cuando los dedos se empieza a congelan. Hombres sin polera y mujeres de de jeans ajustados, se mueven orgullosos de sus torsos y extremidades esculpidos por un artista mucho más talentoso que creador del mestizo chileno.

Si sin intercambiar palabras puedo decir todo esto, imposible omitir que hacen del lenguaje un arte, con su uso impecable y un ritmo de la voz que llena de significado e intención cada frase. Una lástima entender sólo un par de palabras del creole, lengua criolla de la isla que resiste al paso del tiempo y busca preservar sus raíces y autonomía cultural.

San Andrés – que vive principalmente del turismo – es mucho más que palmeras, playas paradisíacas, esmeraldas y su mar de siete colores. El lado de la isla sin hoteles 5 estrellas y con poca intervención de la naturaleza en la que vale la pena conocer.

Su riqueza es su pueblo.

Llevarse el recuerdo de Mizty en el puestito de masajes y sus botellas de bebida rellenas de aceite de coco. De sus ganas de involucrase en política y hacer algo por los niños más pobres de la isla. De la fe que tenía en abrir luego su propia hostal, con comidas típicas y productos naturales. La versatilidad de adaptarse a decenas de oficios distintos, haciéndole frente a las circunstancias en su tierra querida.

Nunca voy a olvidar la urgencia del hospital Amor de Patria, lugar donde pasé la primera noche de mis vacaciones durmiendo con Ella en la misma camilla. La abuelita que no paraba de toser y escupir en el box de al lado, la niña embarazada que caminó muchas horas y la mujer que llegó gritando con un corte en la cara. La situación me aterraba, pero estaba Ella y todo el personal que me reafirmó la importancia de unas palabras en el momento justo, de un trato humano en una tierra a la que no pertenecía, pero de la que me sentí parte por 7 días.

Me imagino cuánto debe doler dejar todo atrás para buscar un nuevo comienzo en una tierra extraña, menos fértil y mucho menos cálida. Un lugar donde un color de piel, una prenda de ropa «extravagante» te marcan. El país donde se mira por encima del hombro al «raro», al que no se pierde en la masa.

Ojalá cambiemos, aunque sea de poco, pero que cambiemos para no tener que vivir condenados a un lugar hostil o tener el deseo permanente de migrar a una tierra que nos trate un poco mejor.